lunes, 9 de diciembre de 2013

Carta al Olvido

Con los ojos empañados vuelvo a iniciar la marcha, nuevamente camino solo.
Sólo puedo recordar como era estar con ella. A todas horas.
No recuerdo sólo sus labios y sus besos, rodearla con mis brazos y sentir
nuestras almas juntas.
Recuerdo sus ojos brillar al decirme "te quiero", su sonrisa al mirarme,
el sonido de su voz al decir mi nombre.

Pero debo decir adiós.

Mi cabeza sabe que debo romper con todo, borrar esa parte de mi. Pero mi
corazón no puede, pues sabe que lo que siente, pocas veces ocurre.
Mi cerebro grita "¡¡vete!!" y mi corazón clama su nombre.
La razón me dice "todo esta perdido" y el alma me dice "todo saldrá bien".
Quiero creerlo. Quiero sentir que es cierto, pero temo tener esperanza,
aunque también temo perderla.
Busco mantener mi cabeza ocupada, pero todo me lleva a ella. Miro a mi
alrededor y todo me recuerda que ella lo fue todo, que aún lo es.
No niego que el amor puede volver, pero no uno como éste.
Uno que he sentido tan puro y verdadero. Uno nacido de mi sueño mas
ansiado. Uno que me hace soñar con ella, dormido o despierto. Uno que
puede arrastrarme a la más feroz de las locuras, y sin embargo siempre me
trae una sonrisa al recordar cuanto la amo.

Pero debo decir adiós.

Debo despedirme para que rehaga su vida, aún sin mi.
Estaré en su vida, y no deseo apartarla, desoyendo los consejos de la
lógica y de aquellos que me rodean.
Se que será duro, pero debo hacerlo.
Tanto la amo, que prefiero verla sabiendo que no será parte de mi vida
como quiero, como deseo, a sentir el vacío que su ausencia total
provocaría en mi ser.
Prefiero cargar con mis males y los suyos a perderla. Prefiero sentir como
me exprimen el corazón a olvidarla. Si la olvido, olvido una parte de mí.
Una parte importante. Unas parte poderosa.
Ella me calmaba cuando la ira me poseía. Ella me hacía volar entre
estrellas. Ella me hacía sentir mejor persona. Y aunque hable en pasado,
aún lo hace.
Una parte de mi sabe que debo dejarlo atrás y seguir adelante. La otra, la
que reside en mí, me dicta que siga, pero siempre teniendo presente que la
amo, y suplicando que no deje de amarla. No consigo suprimir de mi mente,
y mi corazón, ese pequeño atisbo de esperanza, la voz de mi alma diciendo
de nuevo "todo saldrá bien".
Y aún ahora, sabiendo que cómo Prometeo, cada día deberé soportar ese
dolor, deseo estar a su lado. Pues mil vidas viviría, pero sin ella, mil
veces moriría.
Nada de esto cambia nada, pues nunca estará conmigo. Nunca volveré a
besarla y a perderme en sus ojos. A pesar de que repita hasta la saciedad
"nunca digas nunca", en mi interior, se que nunca pasará.
Por ello, para que siga su camino, debo decir adiós.
Y aunque sólo sea un adiós para ella, aunque yo no diga adiós a este sentimiento que me ha dado y me da vida, debo decirlo.

Adiós.