"Ha llegado el momento, hermanos." Los siete se miraron. Se pusieron en pie y contemplaron el paisaje. A sus espaldas, las Montañas Heladas, con sus picos, tan altos como el cielo, fundiendo las nubes con la nieve que las vestía. Frente a ellos el valle del Destino, el lugar de peregrinaje de toda su gente. Todo miembro de
Los siete se miraron.
Moccdul esperaba en su caballo, Trueno, escudriñando el horizonte; junto a él, Loukd cogió su espada, Sidewinder y montó sobre Orcrist, un unicornio; Attni, cogió sus cosas y las echó sobre su montura, un enorme oso negro llamado Tundro; Craehls esperaba de pie mientras acariciaba a Ventisca, un caballo alado; Nanko, sentado sobre Krynger, un enorme dientes de sable rojo, ajustaba a su espalda a Segadora, una enorme espada dentada; Rostaiv, terminó de enfundar su espadas cortas: Aguijón y Mordedora y montó sobre Ares, un enorme guepardo; el último en subir fue Katnu, quién montó sobre Sora, un hipogrifo.
Una vez todos montaron, apareció por el horizonte Garuda, el halcón de Moccdul, posándose sobre su hombro.
“Debemos irnos. Las hordas de las Tierras Yermas avanzan. Debemos reunirnos con nuestros hermanos.”
Echaron un último vistazo, y marcharon a su destino.